Como a las 15 nos pasaba a buscar
Giovanny (lo nombré varias veces, lo que pasa es que es un tipo
genial e hizo que nuestra estadía en Quito fuera mucho más
llevadera y confiable, si tienen que visitar Quito, les recomiendo
enfáticamente que lo llamen o se comuniquen con él, si bien ahora
trabaja en traslado de turistas, tiene una experiencia larguísima
con turismo, conoce la ciudad, su historia y sus leyendas a la
perfección y es, principalmente, honesto con las recomendaciones, lo
ubican en los teléfonos celulares 0984 658 452 y 0968 396 203) para
llevarnos al aeropuerto, decidimos aprovechar la mañana yendo a un
lugar que aún no habíamos visitado, El Panecillo (finalmente no
fuimos al teleférico, el cual te sube hasta casi 4000 metros de
altura, porque las nubes siempre taparon el horizonte y la idea de
subir ahí justamente es ver los volcanes de alrededor de Quito)
Primero tomamos el metro bus,
combinamos con el trole y finalmente un taxi hasta El Panecillo, que
está sobre una colina que domina toda la ciudad, es una escultura
monumental, onda el Cristo de Río, pero de un ángel o una virgen (no
nos pusimos de acuerdo, porque si bien decía que era una virgen,
tenía alas en la espalda) en la zona del centro histórico.
Debajo
de la monumental estatua está lo que llaman “la Olla”, es una
construcción semiesférica que data desde el imperio Inca. Tiene en
la parte superior una perforación tapada que sólo se abre en los
días de equinoccio, cuando el sol, en esta parte del mundo, la Mitad
del Mundo, cae perfectamente vertical y es donde Atahualpa (fue
construida para él), el último de los emperadores incas, entraba
solo a recibir el poder del dios Sol.
En el camino de vuelta nos encontramos con el parque de Fran...
Nos tomamos otro taxi y, ya casi sin
esperanzas porque veníamos preguntando desde el primer día a todo
el mundo, le consultamos al chofer si conocía dónde podíamos comer
el tradicional postre Tres Leches, un antojo que tenía Caro desde
que habíamos bajado del avión en Guayaquil. El hombre (que nos
masacró durante todo el viaje con una radio adventista a todo
volumen) increíblemente nos dijo que sabía dónde y nos dejó en el
restaurante La Ronda, que terminó siendo uno de los lugares más
exclusivos y caros de todo Quito. Igual entramos y caraduramente
pedimos sólo el postre Tres Leches, ¿algo más? nos preguntaron,
nada, nada, ¿y para tomar?, sólo el postre, gracias. Ustedes no
saben los precios de esa carta, mamita. Eso sí, el postre Tres
Leches fue una verdadera fiesta de los sentidos.
Pegamos la vuelta hacia el departamento, en metro bus, y pasamos por el actual edificio de la UNASUR.
A las 15 Giovanny fue re contra
puntual, le devolvimos las llaves a Carmen conteniendo las ganas de
hablarle de la heladera y el gas y salimos para el aeropuerto.
(Francisco siguió con sus aventuras, primero en el espacio y luego como piloto...)
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