jueves, 6 de febrero de 2014

Día Diez: San Cristobal. Una despedida inolvidable de Galápagos

Hoy decidimos no hacer otra excursión, sino que nos largamos a caminar solos, mochila con protector solar (imposible en Galápagos, con ese sol lacerante y pleno, vivir sin una capa constante de protector encima) y bolsa hidratante con agua y adelante. Primero pasamos por el Centro de Interpretación (que es pasando la Universidad y playa Mann, y es gratuito) donde cuentan toda la historia de las islas, algunas de ellas muy interesantes, es un lugar perfecto para recuperar el aire al fresco de su sombra y además tienen a una tortuga gigante terrestre con una también muy interesante historia.

De ahí caminamos hasta Cerro Tijeretas, que tiene una hermosa playa de piedras volcanicas con una lobería rodeada de un amplio golfo sin olas. Estuvimos como una hora jugando, literalmente jugando, con tres lobitos en el agua.





Volvimos por el mismo camino, almorzamos en el centro y volvimos al hotel. Todos quisieron quedarse a descansar, yo no pude aguantar sabiendo que era el último día en Galápagos y salí de vuelta. Agarré de nuevo las patas y volví a la Punta Carola que no habíamos visitado porque el sendero era muy largo.
La playa de la Punta Carola se llama Cabo de Horno, es un playa de arena gruesa y más larga que las otras. Ni bien entré me recibieron dos iguanas marinas, y ya en el agua nadé con tres tortugas gigantes y entre las piedras seguí durante un buen rato a una serpiente marina, que después me dijeron que era una serpiente tigre, era negra con lunares amarillos, y por suerte sólo atiné a seguirla desde la superficie porque ahora leo en internet que es una de las serpientes más venenosas del planeta, eh....
Salí del agua y volvi por otro sendero y encontré un pequeño muelle lleno de familias locales nadando. Me dijeron que sólo había lobos, entonces me dediqué a hacer snorkel sobre las rocas, y tuve la suerte de enganchar una morena pescando, ¡increíble!

De ahí me fuí a playa Mann, sólo para nadar un rato y me colgué mirando a una tortuga que dormía en el fondo de arena.
Salí y vi que había un kioskito, fue el cierre ideal, un cerveza mirando como el sol caia sobre el mar...
¡El sol sobre el mar!
Con Caro habíamos estado buscando ver el atardecer sobre el mar, pero en ninguna isla lo habíamos enganchado, siempre algo lo tapaba, pero desde esa playa si se veía. Y no habia nubes...
Corrí hasta el hotel y volvimos todos justo a tiempo. Mientras el sol se escondia en el Pacífico, una madre se reencontró con su cachorro de lobo marino y comenzaron frente a nosotros una danza inolvidable, saltando y girando sobre el agua, frente a un atardecer perfecto.
Hoy terminamos de descubrir porqué a Galápagos le dicen las islas encantadas.

(Como era de esperar, la cámara, que desde aquella sumergida para sacar al caballito de mar nos había vuelto locos dejando de funcionar en los momentos más inoportunos, cuando quisimos registrar el fabuloso atardecer, se clavó con error de tarjeta. Al volver al hotel siguió funcionando perfectamente)

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