A pesar de Camilo Freyre, con quien
habíamos arreglado el día anterior, que se durmió y llegó 15 minutos tarde a buscarnos al hotel, pudimos embarcar, últimos, pero
embarcamos. Por suerte esta lancha era más power que con la que
fuimos a Isabela y llegó más rápido (el mar calmo también ayudó) a Puerto Ayoras y menos mareados que la primera vez.
Nos registramos en el hotel La
Peregrina, que queda a unas seis cuadras del muelle, por la misma
calle de la costa, casi enfrente del pequeño muelle de pescadores,
por lo que la zona está llena de fragatas, pelícanos y lobos
marinos.
Desayunamos en el Descanso del Guía
como lo hacen los galapagueños, no los turistas, bolón de queso y
plátano, arroz y guiso de carne, un viaje gastronómico de ida. Y descubrimos al pinzón de Darwin, un pajarito negro que fue el que, con sus veinte especies diferentes y sus picos, realmente inspiró a Darwin su teoría de la evolución, aunque ahora haya evolucionado en un verdadero "afanador de desayunos" como lo bautizó Francisco.
Después fuimos en aguataxi hasta la
playa de los Alemanes (para tomar estos aguataxis uno se tiene que
parar en el pontón del muelle y hacerle señas a cualquiera de los
que están boyando a unos veinte metros y cuesta 50 centavos hasta
cualquier barco en la bahía o 60 hasta el muelle de enfrente de la
playa de los Alemanes, donde hay un montón de hoteles pero de los
caros). Bajamos en ese muelle y caminamos hasta la playa de los
Alemanes, donde una iguana marina nos cruzo nadando justo al lado y
una garza nos estuvo vigilando de cerca.
De ahí seguimos caminando por un
camino bastante tortuoso de piedras volcánicas hasta Las Grietas.
Las Grietas son una hendidura entre dos paredes de piedra volcánica
donde se mezcla agua de mar con una vertiente salobre que entran por filtración entre las rocas, lo que hace que el agua sea completamente cristalina con más de 10
metros de profundidad. Hice un par de clavados (no desde los
imposibles 40 metros desde donde se tiraban esos canadienses locos,
sino de unos muy más modestos pero accesibles cinco metros) y
después encontré, atrás de una piedras un túnel submarino que daba
a una segunda grieta, sin gente pero con muchísimos más peces, un
verdadero paraíso para hacer snorkel (después me dijeron que los
guías naturalistas no permiten acceder a esa segunda grieta, porque
las piedras que la separan de la primera son sumamente peligrosas,
muy resbaladizas, movedizas y con filos que han llegado a cortar a
turistas hasta el mismo hueso).
A la noche fuimos al muelle. Debajo de
las luces de colores con que está iluminada el agua vimos a un
montón de lobos, cangrejos e iguanas, a dos pelícanos pescando
frente a nosotros, tirándose de clavado desde el mismo muelle, a una
grulla de mar, parada sobre la manija de un gomón, pescando sin
mojarse ni una pluma, también vimos a diez tiburones aleta punta negra
cazando peces y antes de irnos a dormir, a un cardumen de rayas que
pasó flotando grácilmente entre las lanchas..
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