lunes, 10 de febrero de 2014

Día Seis: Santa Cruz. Las Grietas y el show nocturno

A pesar de Camilo Freyre, con quien habíamos arreglado el día anterior, que se durmió y llegó 15 minutos tarde a buscarnos al hotel, pudimos embarcar, últimos, pero embarcamos. Por suerte esta lancha era más power que con la que fuimos a Isabela y llegó más rápido (el mar calmo también ayudó) a Puerto Ayoras y menos mareados que la primera vez.
Nos registramos en el hotel La Peregrina, que queda a unas seis cuadras del muelle, por la misma calle de la costa, casi enfrente del pequeño muelle de pescadores, por lo que la zona está llena de fragatas, pelícanos y lobos marinos.


Desayunamos en el Descanso del Guía como lo hacen los galapagueños, no los turistas, bolón de queso y plátano, arroz y guiso de carne, un viaje gastronómico de ida. Y descubrimos al pinzón de Darwin, un pajarito negro que fue el que, con sus veinte especies diferentes y sus picos, realmente inspiró a Darwin su teoría de la evolución, aunque ahora haya evolucionado en un verdadero "afanador de desayunos" como lo bautizó Francisco.


Después fuimos en aguataxi hasta la playa de los Alemanes (para tomar estos aguataxis uno se tiene que parar en el pontón del muelle y hacerle señas a cualquiera de los que están boyando a unos veinte metros y cuesta 50 centavos hasta cualquier barco en la bahía o 60 hasta el muelle de enfrente de la playa de los Alemanes, donde hay un montón de hoteles pero de los caros). Bajamos en ese muelle y caminamos hasta la playa de los Alemanes, donde una iguana marina nos cruzo nadando justo al lado y una garza nos estuvo vigilando de cerca.

De ahí seguimos caminando por un camino bastante tortuoso de piedras volcánicas hasta Las Grietas. Las Grietas son una hendidura entre dos paredes de piedra volcánica donde se mezcla agua de mar con una vertiente salobre que entran por filtración entre las rocas, lo que hace que el agua sea completamente cristalina con más de 10 metros de profundidad. Hice un par de clavados (no desde los imposibles 40 metros desde donde se tiraban esos canadienses locos, sino de unos muy más modestos pero accesibles cinco metros) y después encontré, atrás de una piedras un túnel submarino que daba a una segunda grieta, sin gente pero con muchísimos más peces, un verdadero paraíso para hacer snorkel (después me dijeron que los guías naturalistas no permiten acceder a esa segunda grieta, porque las piedras que la separan de la primera son sumamente peligrosas, muy resbaladizas, movedizas y con filos que han llegado a cortar a turistas hasta el mismo hueso).

A la noche fuimos al muelle. Debajo de las luces de colores con que está iluminada el agua vimos a un montón de lobos, cangrejos e iguanas, a dos pelícanos pescando frente a nosotros, tirándose de clavado desde el mismo muelle, a una grulla de mar, parada sobre la manija de un gomón, pescando sin mojarse ni una pluma, también vimos a diez tiburones aleta punta negra cazando peces y antes de irnos a dormir, a un cardumen de rayas que pasó flotando grácilmente entre las lanchas..

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