Nuestro último día en Santa Cruz, la más poblada de Galápagos y la que más infraestructura tiene. Y todavía no habíamos salido de la costa...
Como dejaríamos el hotel a las 8 y teníamos que tomar la lancha para la isla San Cristobal a las 14, este fue un día tranquilo. Con un taxi que paramos en la puerta del hotel fuimos hasta el centro de la isla Santa Cruz, a la finca El Chato II.
Como dejaríamos el hotel a las 8 y teníamos que tomar la lancha para la isla San Cristobal a las 14, este fue un día tranquilo. Con un taxi que paramos en la puerta del hotel fuimos hasta el centro de la isla Santa Cruz, a la finca El Chato II.
(Todo Galápagos, tanto las islas como
el mar que las rodea, es parte de un Parque Nacional, por ende, toda
la fauna y la flora está resguardada y que se mantiene con el canon
que te cobran en el mismo aeropuerto, que es de 50 dólares para los
del Mercosur. Por eso, salvo que uno contrate excursiones, todas las
“atracciones” son gratuitas. O sea, si uno quiere ver tortugas
gigantes terrestres no debería págar nada, caminando por la isla
sólo es cuestión de encontrarlas. Pero el tema es que, como es
lógico, ellas van a ir donde están más cómodas y haya más
alimento, que es, lógicamente, en las fincas privadas donde cortan
el cesped, plantan flora que las atrae y arman lagunas de barro donde
están felices; eso sí, en esas fincas, donde es seguro que vas a
ver montones de tortugas, te cobran 5 dólares la entrada)
En el Chato II, que fue la que nos
recomendaron el el hotel, porque hay por lo menos tres fincas más en
los alrededores, vimos un montón de tortugas terrestres de Galápagos
y entramos a un tunel de lava de más de trescientos metros de largo,
el que además en un momento se subdivide en dos, uno debajo del
otro. Snorkel, trekking y hasta espeleología en un solo viaje, si
encima le sumamos que Rubén, nuestro taxista y que además nos
acompañó por el recorrido de la finca atendiendo a cada pregunta,
era re correista, y nos contó en detalle qué hizo Rafael Correa
para su país en los últimos diez años, no tiene precio.
A la salida también conocimos otro tipo de fauna, aunque tenemos la sospecha que no es muy autóctona que digamos...
Volvimos al hotel felices, agarramos
las valijas y de vuelta al muelle para la batalla de subir a la
lancha. Esta vez tuvimos que hacernos cargo nosotros mismos tanto de
pelear un lugar en la lista (no había nadie de la agencia donde
compramos los boletos el día anterior), como de subir a pulso las
pesadas valijas, haciendo equilibrio con un pie en el pontón y otro
en el aguataxi mientras el “taxista” nos miraba sentado con la
mano en el timón; eso sí, en mitad del viaje hasta la lancha dijo
que le faltaba cobrar 50 centavos de alguien y paró el motor y no lo
encendió hasta que alguien (nunca sabremos si el que faltaba
efectivamente o alguien que se cansó de la situación) pagó los 50
centavos faltantes. La cosa es que, después de más de dos horas,
llegamos a San Cristobal. Ahí, increíblemente la lancha nos dejó
directamente en el muelle, donde tampoco nos cobraron uso del mismo,
¡aleluya!
En el muelle mismo nos estaba esperando
Nathaly, la dueña del hospedaje, que nos llevó en taxi hasta el
hotel. Acomodamos las cosas y salimos para el centro para confirmar
el tour de buceo de mañana, paseamos, fuimos a comer a “El
Descanso Marinero” donde nos dijeron que tenían las mejores
canchalaguas al ajillo (una especie de almejas) pero la verdad quer
no nos terminaron de convencer y la atención tampoco fue la mejor,
pero no le dimos mucha importancia y nos fuimos a dormir.
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