Este será nuestro último día
completo en Ecuador. Salimos temprano para Otavalo, una ciudad a unos
100 kilómetros de Quito, donde está el famoso mercado de
artesanías...
Primero en taxi hasta la terminal Carcelen (3 dólares
desde el departamento) y luego en bus (2 dólares los mayores, y 1
los menores), llegamos en unas tres horas en total y derecho al
mercado.
La verdad es que están bastante
avivados con el turismo, preguntas cualquier precio y te tiran un
número, si agarrás, agarrás, pero si lo regateás podés llegar a
convenir hasta por la mitad de lo que te dijeron al principio. Eso
sí, ni salgan del mercado, porque los negocios de afuera son,
evidentemente, para los locales y ahí no hay regateo que valga con
los precios ridículos que te tiran (nos pidieron 85 dólares por una
blusa).
Conocí a Luis, tendero del mercado y
descendiente de la la etnia indígena kichwa de los Otavalos.
Después comimos en un puesto de la terminal, el jugo de tamarindo
fue una locura.
Pensamos en ir a la cascada de
Pehueche, pero a esta altura de nuestro cansancio físico, de sólo
imaginar que pudiera tener un sendero para ascender por la montaña
comenzaron a dolernos los pies, así que nos tomamos el micro de
vuelta (después nos dijeron que no había subidas pronunciadas y la caminata era re tranquila, al fresco de los árboles, pero ya era tarde, estábamos a 100 km cuando nos enteramos).
En Quito pasamos por el local de LAN
(después de la experiencia del vuelo desde Galápagos quedamos un
poco paranoicos) en un shopping re contra fashion, el Quicentro, y
volvimos caminando por el parque La Carolina, que es como Palermo
pero más parquizado, con senderos, pistas y juegos y quedaba al
toque del departamento.
Lo que nos preocupó un poco (?) es que además de los terremotos en cualquier momento nos pudiera atacar un Godzilla, afortunadamente parece que hay sitios seguros...
Nos bañamos y salimos rápido para ver
un recital al aire libre que iban a dar en ese parque, pero se largó
una tormenta quiteña de aquellas, que sólo nos dejó llegar al
restaurante de la esquina.
Cuando finalmente escampó, nos
escapamos un rato con Caro solos a conocer la zona de la avenida
Mariscal, que es el lugar de “reviente” de Quito, llena de
restaurantes, bares y boliches.
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