lunes, 3 de febrero de 2014

Día Trece: Quito. Otavalo y Quicentro, los dos extremos de una misma sociedad

Este será nuestro último día completo en Ecuador. Salimos temprano para Otavalo, una ciudad a unos 100 kilómetros de Quito, donde está el famoso mercado de artesanías...
Primero en taxi hasta la terminal Carcelen (3 dólares desde el departamento) y luego en bus (2 dólares los mayores, y 1 los menores), llegamos en unas tres horas en total y derecho al mercado.



La verdad es que están bastante avivados con el turismo, preguntas cualquier precio y te tiran un número, si agarrás, agarrás, pero si lo regateás podés llegar a convenir hasta por la mitad de lo que te dijeron al principio. Eso sí, ni salgan del mercado, porque los negocios de afuera son, evidentemente, para los locales y ahí no hay regateo que valga con los precios ridículos que te tiran (nos pidieron 85 dólares por una blusa).
Conocí a Luis, tendero del mercado y descendiente de la la etnia indígena kichwa de los Otavalos.
Después comimos en un puesto de la terminal, el jugo de tamarindo fue una locura.

Pensamos en ir a la cascada de Pehueche, pero a esta altura de nuestro cansancio físico, de sólo imaginar que pudiera tener un sendero para ascender por la montaña comenzaron a dolernos los pies, así que nos tomamos el micro de vuelta (después nos dijeron que no había subidas pronunciadas y la caminata era re tranquila, al fresco de los árboles, pero ya era tarde, estábamos a 100 km cuando nos enteramos).


En Quito pasamos por el local de LAN (después de la experiencia del vuelo desde Galápagos quedamos un poco paranoicos) en un shopping re contra fashion, el Quicentro, y volvimos caminando por el parque La Carolina, que es como Palermo pero más parquizado, con senderos, pistas y juegos y quedaba al toque del departamento.






Lo que nos preocupó un poco (?) es que además de los terremotos en cualquier momento nos pudiera atacar un Godzilla, afortunadamente parece que hay sitios seguros...

Nos bañamos y salimos rápido para ver un recital al aire libre que iban a dar en ese parque, pero se largó una tormenta quiteña de aquellas, que sólo nos dejó llegar al restaurante de la esquina.
Cuando finalmente escampó, nos escapamos un rato con Caro solos a conocer la zona de la avenida Mariscal, que es el lugar de “reviente” de Quito, llena de restaurantes, bares y boliches.



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