sábado, 15 de febrero de 2014

Día Uno: Guayaquil. Comienza la travesía

Estuvimos preparando este viaje durante casi un año. Visitamos un montón de blogs y diarios de viajeros y finalmente hoy, por LAN, salimos para Ecuador.
La idea es llegar a Guayaquil, al sur de Ecuador, pasar un día ahí, después partir a Galápagos hacia Baltra, conocer las islas de Isabela, Santa Cruz y San Cristobal, en ese orden y despedirnos del país de Bolivar en Quito, donde pasaremos otros tres días.

(Todas los días tienen una pequeña introducción y para leer el resto aprieten sobre el link de abajo que dice "Seguir leyendo" y para ver las fotos más grande, presionen sobre ellas y se van a abrir sobre la misma ventana)

El viaje desde Buenos Aires duró unas escasas seis horas y Guayaquil nos recibió con el mismo calor y la misma lluvia con que nos despidió Ezeiza.
Nos registramos en el hotel Howard Johnson (elegimos este hotel, que en otra circunstancia jamás hubiéramos considerado, porque los fines de semana -llegamos un sábado y nos vamos un lunes- Guayaquil, que es una ciudad específicamente de negocios, se vacía entonces estos hoteles de gama media alta tiene paquetes realmente económicos y con el agregado que te van a buscar y te llevan al aeropuerto gratis, cosa que en una ciudad que uno no conoce es un plus enorme) y salimos a caminar por las calles cercanas.
Como era sábado los bares hervían de gente. (Una cosa a tener en cuenta en Ecuador es que rigen casi toda su vida con el sol, las raíces incas no sólo se ven en iglesias, lengua y vestimenta, sino que la llevan en la sangre y en el vivir cotidiano. Al estar en plena mitad del mundo, el sol sale a las 6 de la mañana y se pone a las seis de la tarde, casi exactamente todo el año, toda la vida. Y los ecuatorianos han logrado una sinergia con ese horario envidiable. Se levantan bien temprano, las calles a las siete de la mañana ya se ven con vida, desayunan fuerte, he visto gente comer -de hecho Caro lo hizo- guiso de mondongo, acá lo llaman “guatita”, almuerzan liviano, cenan a las siete de la tarde -la mayoría de los restaurantes a las ocho ya están cerrados- y a las diez ya están en casa y a punto de acostarse. De esta forma, los boliches abren a las nueve, a las once ya están a full y a las dos, como mucho, ya se acabó la joda. A menos que sea sábado, y entonces la alargan hasta las tres...)

Bueno, la cosa es que caminamos un poco y nos fuimos a dormir para estar descansados y conocer Guayaquil al otro día, el único que nos quedaríamos en la ciudad.

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