viernes, 14 de febrero de 2014

Dia Dos: Guayaquil. La ciudad de Bolivar y las iguanas

Nos levantamos temprano, desayunamos en el hotel (impresionante buffet, frutas, fiambres, huevos, panes, dulces, ceviche, tortillas, guisos, salchichas...) y Caro le hizo todos los honores a esas cosas raras.
Nos tomamos el metrobus hasta cerca del Malecón (el pasaje cuesta u$s 0,25 cada uno) y empezamos a recorrerlo. 

Todo el mundo nos había dicho que el malecón era la gran atracción turística de Guayaquil, junto al parque de las iguanas, y definitivamente tenían razón. Pone a la ciudad de frente al río Guayas y da gusto caminar por ese paseo, parquizado, re contra limpio, con zonas de descanso, juegos para chicos, lagunas, parques y restaurantes.
Francisco le dio uso a todos y cada uno de las atracciones, por un dólar se metió dentro de una enorme burbuja que flota en una laguna, por 50 centavos dio miles de vueltas al circuito de kartings eléctricos y por las ganas de potrear probó todas las hamacas, trepadoras y toboganes del Malecón.
Nosotros nos conformamos con emocionarnos con el monumento del saludo de Bolivar y San Martín que corona el lugar.
 
 
Almorzamos por cinco dólares cada uno en un patio de comidas frente al río y fuimos a conocer el dichoso parque de las iguanas. Su verdadero nombre es Parque Centenario, una plaza de una manzana de diámetro en el centro de la zona sur. Llegando a la plaza yo dudaba, esperando un parque cerrado y vigilado para que no se escaparan las iguanas, que hubiera más que dos de esos bichos, craso error, el nombre de parque de las iguanas está bastante bien puesto, literalmente las iguanas caian de los árboles. Verdes, de todos los tamaños hasta llegar a haber algunas de casi metro y medio de largo, caminan sin importarle un pomo la gente, cruzan los senderos, toman sol en las fuentes y sombra en las glorietas y te miran desde las palmeras como si fuéramos nosotros las verdaderas atracciones.





No sé si habrá más Guayaquil para conocer, espero que no porque no tenemos más tiempo. Cenamos y acostamos a los chicos y ahí aprovechamos para escaparnos al jacuzzi (que cuando subimos a la habitación nos enteramos que estaba incluido en el paquete, ¡yeahhh!)

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