jueves, 13 de febrero de 2014

Dia Tres: Galápagos. Un sueño hecho realidad

Nos despertamos sabiendo que ese día por fin íbamos a cumplir un sueño que comenzamos a construir hacía más de un año, pisar las islas que inspiraron a Darwin la teoría que cambiaría al mundo. Lo que no habíamos tenido en cuenta es que el viaje que nos esperaba era tan extenso que hasta podríamos evolucionar en el proceso.
 


Salimos a las 7 de la mañana del hotel, nos tomamos una combi al aeropuerto (habíamos leído que el trámite para revisar las valijas y pagar el ingreso a las islas era una locura y que debíamos llegar con tres horas de anticipación, pero deben haber mejorado las condiciones, porque hicimos el check in en cinco minutos, controlaron las valijas y pagamos el acceso en otros cinco) y esperamos dos horas que saliera el avión a Baltra.


Baltra es una pequeña isla junto a la principal de Santa Cruz, en ella sólo está el aeropuerto (donde antes había estado una base militar estadounidense), o sea, uno no viaja a Galápagos a conocer Baltra, sólo se llega a ella porque ahí está el aeropuerto, de ahí las aerolíneas ponen un micro al puerto (se puede tomar cualquiera porque no controlan los tickets al subir), en el puerto tomamos un lancha que te cruza el canal hasta la isla de Santa Cruz por 60 centavos cada uno, después otro colectivo, por dos dólares cada pasaje, hasta Puerto Ayoras. Más tarde conoceríamos las calles de Ayoras, pero cuando el colectivo dijo que nos bajáramos, no sabíamos dónde estábamos parados y apenas teníamos menos de una hora para sacar un pasaje hasta Isabela. Pero los galapagueños saben que uno llega en esas condiciones, y nos agarró un tipo macanudo que nos dijo que él nos resolvía el problema, nos guió hasta su agencia de viajes y ahí nos vendió los cuatro pasajes ida y vuelta al Puerto Villamil (los compramos porque el precio era el mismo que habíamos leído en todos los blogs, 30 dólares por cada uno, y Fran 20, aunque después supimos que los menores de edad pagan el 50%, por lo que el bueno de Michel se hizo de 10 dólares además de su comisión). Su asistente Coqui, nos acompañó hasta la lancha (se quiso borrar un par de veces, pero lo agarré del cogote, si llegan a viajar a Galápagos no permitan que los dejen solos en el muelle esperando la lancha, por más que tengan el ticket en la mano, si nos llevamos un mal recuerdo de las islas, el único fue el de los traslados entre las mismas. La desorganización es apoteótica, no hay carteles ni indicaciones, uno tiene que estar adivinando quién es el capitán de la lancha en la cual uno está anotado, chequear que esté en la lista del capitán que de repente aparrece en el muelle y empieza a tomar lista, subir a un aguataxi, porque las lanchas no pueden acceder al muelle directamente, pagar 50 centavos por pasajero y recién ahí subir a la lancha. También echarle un ojo constante a las valijas, porque las van poniendo en la popa del taxi sin demasiado cuidado de que no caigan al agua, cuando directamente no tiene que ser uno el que las acomode lo mejor que se pueda en el taxi). Una vez en la bendita lancha, fueron dos horas y media de suplicio hasta el puerto de Villamil en la isla Isabela. Otra vez el proceso de los aguataxi hasta el muelle, pero ahí el pasaje es de un dólar por persona (encima vimos cómo la lancha, una vez que nosotros habíamos subido al taxi, se acercaba al mismo muelle para descargar nuestras valijas), pagar otros cinco dólares por persona por uso de muelle (como éramos del Mercosur no sé que cuenta rara hicieron y terminamos pagando 12 dólares los cuatro). Afortunadamente nos estaba esperando Pablo, el dueño de una agencia de turismo de la isla que había contactado Michel desde Ayoras, quien nos llevó en su camioneta hasta el hotel sin cobrarnos un peso, sólo a cambio de que visitáramos sin compromiso su local para las excursiones en la isla.
Llegamos a La Gran Tortuga a las 17, diez horas después de haber salido del hotel de Guayaquil.
Eso sí, tardamos 5 minutos en ponernos las patas y tirarnos al agua. No vimos nada, por no preguntar elegimos la playa con menos fauna de todo Galápagos, pero al menos estrenamos los trajes de neoprene y nos bautizamos en el Pacífico.

Lo visitamos a Pablo Constante, que terminó siendo un tipo fenomenal, completamente recomendable para cualquier tipo de excursión o buceo en Isabela, y quien fue nuestro guía en los días que estuvimos en la isla. Ya sabíamos más o menos lo que queríamos hacer en Isabela, conocer el Muro de las Lágrimas, hacer snorkel en “Los Túneles”, ir a “Las Tintoreras” y visitar el Volcán Sierra Negra. Pablo nos dijo que para el Volcán, con las últimas lluvias, el camino estaba bastante complicado y con Francisco no iba a ser muy feliz y que en las Tintoreras, con la temperatura del agua no íbamos a ver, justamente, tintoreras, que son los tiburones típicos de la zona. Así que contratamos solamente el tour de snorkel en Las Túneles, que nos costó 70 dólares y Fran fue gratis.
Buscamos un restaurante sencillo, porque los que nos habían recomendado estaban bastante saladitos y nos metimos en uno chiquito frente a la plaza, donde finalmente sería nuestro sitio fijo para cenar todas las noches (tenían un menú para almuerzo o cena de 5 dólares).


1 comentario:

  1. Las islas Galápagos fueron descubiertas por azar el 10 de marzo de 1535, cuando el religioso dominico Fray Tomás de Berlanga, entonces obispo de Panamá, se dirigía al Perú en cumplimiento de un encargo del monarca español, Carlos V, para arbitrar en una disputa entre Francisco Pizarro y sus subordinados luego de la conquista del imperio Inca
    Fuente: tours ecuador galapagos islands

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