La noche anterior habíamos contratado
el Tour de la Bahía, que nos habían dicho que no era del todo
interesante si ya habíamos visto Las Grietas, pero teníamos ganas
de seguir nadando y en ese tour nos prometieron tres lugares
distintos de snorkel, incluyendo La Lobería. Costó 35 dólares por
cabeza y por Fran nos cobraron 15.
A las 8 de la mañana nos pasaron a
buscar por el hotel, dimos un paseo por la costa cercana al muelle y
salimos para la playa del amor, que es una playa diminuta, entre dos
enormes rocas, que en algún momento era el punto de encuentro
secreto para los enamorados de Puerto Ayoras y ahora está prohibido
utilizar, sólo mirar desde una pasarela.
También fuimos al túnel de
las Tintoreras, pero, como en Isabela, por la temperatura del agua no
había ni una, donde, según el guía, en junio se llega a ver más
de 100 tiburones en una caleta que no tendrá más de 20 metros por
cien.
De ahí caminamos hasta una playa restringida porque es zona de
anidación de iguanas y realmente vimos muchas, pero muchas iguanas
marinas.
Y cuando todo el resto se fue hasta Las
Grietas nosotros nos quedamos haciendo snorkel y disfrutando de miles
de peces y tortugas.
Después fuimos a la Lobería, pero no
había lobos, porque ¡había un tiburón! El capitán paró la
lancha frente a una costa donde golpeaban las olas y nos metimos al
agua junto al divemaster, realmente las olas estaban fuertes y la
corriente era poderosa, nadamos varios cientos de metros y cuando ya
estábamos por protestarle que no había ni un lobo, pasó junto a
nosotros un tiburón tamaño baño, de más de tres metros y atrás
de él un lobo casi tan grande. En ese momento nos explicó que por
eso no veíamos lobitos, que el lobo macho los había mandado a la
costa y estaba patrullando para defenderlos del ataque del tiburón.
Como seguramente el lobo se enfrentaría con el escualo por sus
lobitos, pero por nosotros no haría ni miércoles decidimos
sabiamente nadar hacia la lancha.
A la tarde fuimos a Tortuga Bay, que
queda en la punta de la ciudad, que si se quiere se puede ir
caminando o tomar, por un dólar, un taxi que te deja en la entrada
del sendero del Parque Nacional y de ahí caminar casi una hora hasta
la primera de las dos playas, una para surfers, llena de olas pero
con corrientes y marejadas peligrosas, y 1000 metros más allá, otra
dentro de una bahía cerrada sin olas. Las dos con una arena blanca y
finita, rodeada de mangles y rocas, con iguanas marinas, pelícanos y
otras aves. Un lugar increíble, con los snorkel vimos damiselas,
tiburones gato, y un montón de peces que no tengo idea los nombres.
A la noche fuimos a cenar a los kioskos, que son tres cuadras de pequeños restaurantes que ponen las mesas sobre la calle desde las seis de la tarde. Queda a tres cuadras del muelle y tienen precios mucho más económicos que los restaurantes del centro.
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