A las ocho ya estábamos navegando en
lancha hacia Los Túneles...
Los Túneles es una costa de piedras volcánicas ideal
para hacer snorkel porque las aguas son completamente cristalinas,
sin olas, llenas de fauna y con formaciones geológicas caprichosas
que forman túneles y canales.
Además de los millones de peces de
colores, el agua a 27 grados y los túneles entre las lagunas pudimos
nadar con tortugas enormes. De hecho, en un momento se nos cruzó una
verdaderamente grande y no pude resistir la tentación, giré y
comencé a nadar suavemente al lado suyo. No sólo no pareció
molestarle sino que comenzó a nadar más lento mirándome, sentí
una extraña comunión con ella y me perdí más de 500 metros
canales adentro hasta que tomé conciencia que ella seguramente
sabría volver a donde estaban todos, pero yo no, así que me
despedía y regresé sobre mis pasos. El guía estaba desesperado por
mostrarnos un caballito de mar, hasta que finalmente encontró uno,
pero a más de siete metros de profundidad. La cámara que llevamos
podía soportar hasta tres metros, así que el hecho de fotografiarlo no le hizo nada bien al aparataje y desde ese momento comenzó a darnos más de un dolor de cabeza, pero poder registrarlo agarrado con la cola a un coral amarillo valió la pena, creo.
Entre nadar con la tortuga y el
caballito de mar ya pensaba que el día estaba hecho, pero en el
viaje de regreso me esperaba una de las experiencias más
movilizadoras de mi vida con el mar.
El capitán de pronto paró los motores
en medio del océano y nos señaló a dos enormes manta rayas y ante
nuestra cara de asombro nos dejó tirarnos al agua para acercarnos a
ellas. Nadar al lado de un bicho asi, de tres metros de ancho,
agitando sus alas fue una experiencia inolvidable, increíble, es
como nadar junto a una nave alienígena, con esas alas de más de
cuatro metros de envergadura, como si volaran en el agua y esas
trompas frente a la cara... Fantástico, imborrable...
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