martes, 11 de febrero de 2014

Día Cinco: Isabela. Entre lágrimas y pingüinos

En este segundo día decidimos no hacer ninguna excursión, sino valernos por nosotros directamente. Alquilamos tres bicicletas (Habíamos preguntado en dos lugares y nos querían cobrar dos dólares la hora por cada una y tres la que tenía asientito para llevar a Fran, pero caminando un par de cuadras por la calle de la costa, en dirección contraria al muelle, encontramos un lugar, con las mismas bicis, que nos cobraron 24 dólares por las tres por medio día), las subimos en la camioneta de Pablo que nos cobró diez dólares y nos llevó hasta el Muro de las Lágrimas, a unos 15 kilómetros de distancia del centro. Después hicimos todo el trayecto bordeando la playa.

El muro se llama así porque fue construido por los propios presos de un penal que había en la isla, donde tenían el lema "Acá los valientes lloran y los débiles mueren". Nunca lo terminaron porque desmantelaron el penal antes, pero igual es impresionante, debe tener como 200 metros de largo, por 5 de ancho por 20 de alto, todo con piedras volcánicas.



Al buscar las bicicletas encontramos una pequeña sorpresa, una tortuga de Galápagos había decidido quedarse a cuidarlas onda trapito de Palermo, por suerte no se le ocurrió seguir avanzando, porque después nos contaron que estas tortugas son re contra tozudas, y cuando quieren pasar por algún lado van a hacer lo imposible por lograrlo, y las bicicletas hubieran sido pobre obstáculo para la fuerza de esas patas.

Después de lograr sacar las bicicletas sin dañar a nadie, especialmente a la tortuga, visitamos un mirador, nos perdimos en un estero donde vimos cómo pescaban una bandada de piqueros azules, entramos en un túnel de lava y nadamos en una pequeña poza de mar llamada la Playa del Amor al lado de dos iguanas marinas. Después llegamos a una playa llamada “La Playita”, en la que se nos acercó un tiburón gato y decidimos salir. 




Seguimos hasta el criadero de tortugas Arnaldo Tupiza y después a la Laguna de los flamencos, pero antes tuvimos que frenar las bicis para que pasen dos iguanas.





Y terminamos el día haciendo snorkel en Concha de Perla, que es una pequeña bahía a metros del muelle, a la que se llega por un hermoso sendero entre los árboles, cuya entrada está casi siempre custodiada por un lobo marino que se hizo dueño del banco de madera. En Concha de Perla, además de ver Damiselas y Peces Ángel pudimos nadar con dos pingüinos.

Cenamos temprano porque al día siguiente a las 6 de la mañana salía la lancha para Puerto Ayoras en la isla Santa Cruz.

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